El denominado “síndrome de alienación parental” (SAP) fue propuesto por Richard A. Gardner (1985) como una alteración que ocurre en algunas rupturas conyugales muy conflictivas. En ella, los hijos presentan conductas que consisten en censurar, criticar y rechazar a uno de sus progenitores, descalificación que es injustificada y/o exagerada. A la hora de intentar una explicación de esas conductas, se ha considerado al SAP como un trastorno caracterizado por un conjunto de síntomas que resultan del proceso por el cual un progenitor transforma la conciencia de sus hijos, mediante distintas estrategias, con objeto de impedir , obstaculizar o destruir sus vínculos con el otro progenitor.
Hasta aquí podríamos considerar que se trata de una definición neutra, ya que podría aplicarse en cualquier dirección. Sin embargo, merece la pena que nos dediquemos a una reconstrucción del origen y los propósitos del denominado SAP.
Quien es Richard Gardner?
Es un psiquiatra infantil de New Jersey , que dedicó la primera etapa de su vida profesional a desempeñarse como perito judicial en los juicios por abuso sexual que se seguían contra padres, profesores y miembros de congregaciones religiosas. Fue capitán y psicólogo de militares que combatieron en la guerra de Corea, especializándose en técnicas de desprogramación de soldados estadounidenses prisioneros de guerra.
Una revisión de los casos que luego presentó para avalar su teoría de la existencia del SAP, lo muestra como habitual perito de parte, contratado por los acusados de abuso. Es decir, que su trabajo consistía en demostrar que el abuso no había existido (y para eso le pagaban sus clientes).
Lo más frecuente es que fuera el padre quien contratara a Gardner en respuesta a las alegaciones de la madre de que había abusado de su hijo/a. El psiquiatra entonces etiquetaba a la madre como "alienadora parental", y proporcionaba al Juzgado los argumentos para acusarla y evitar así que ella estuviera con los niños diagnosticados de SAP.
Los instrumentos que usó y sus informes periciales, cuestionaron la credibilidad de las víctimas y fueron valorados como prueba de la inocencia de los acusados y de la culpabilidad de los denunciantes por falsedad en sus declaraciones y denuncias. Estas periciales las aplicó a las denuncias por abuso sexual en litigios sobre guarda y custodia, régimen de visitas y ejercicio de la patria potestad.
Sus trabajos han sido permanentemente cuestionados por la comunidad científica, dado que sus teorías no se basan en métodos de investigación estandardizados, ni han sido sometidos a estudios empíricos de validación. La prueba de ello es que ningún trabajo de Gardner ha sido aceptado para su publicación en una revista científica. Habría que agregar que todos sus libros han sido publicados por una editorial de su propiedad: Creative Therapeutics.
En la actualidad, sus trabajos son profusamente difundidos en los sitios de Internet patrocinados por organizaciones de padres presuntamente abusadores que reivindican su inocencia mediante los argumentos proporcionados por Gardner, utilizando denominaciones encubridoras tales como “padres privados del contacto con sus hijos”.
Cuál es la ideología que sustenta la teoría de Gardner?
Dado que el denominado “síndrome de alienación parental”, como ya quedó dicho, no se sustenta en criterios científicos validables, es necesario buscar sus bases en criterios ideológicamente fundados.
Un método posible para analizar la ideología subyacente es tomar las afirmaciones contenidas en la descripción del SAP y preguntarnos ante cada una de ellas cual es el sesgo ideológico que se evidencia.
Veamos:
Según los seguidores de Gardner, algunos de los indicadores típicos del “síndrome de alienación parental” son:
Este breve e incompleto recorrido por algunas de las bases que sustentan la descripción del SAP, muestra a las claras que no se trata de un concepto neutro, sino que se halla atravesado por dos de los grandes sistemas de creencias que caracterizan al orden patriarcal: el sexismo y el adultismo.
Según J.E.B. Myers, profesor de la Universidad del Pacífico (California) y reconocido especialista en la fundamentación de sentencias judiciales, “...en mi opinión, muchos de los escritos de Gardner, incluyendo su Parental Alienation Syndrome, son discriminatorios y prejuiciosos contra la mujer. Esta parcialidad de género “infecta” el síndrome, y logra una poderosa herramienta para menoscabar la credibilidad de las mujeres que denuncian abuso sexual infantil. Porque el PAS perpetúa y exacerba la discriminación de género contra la mujer, yo considero que el síndrome arroja mucha más sombra que luz sobre este difícil tema...”
Los primeros trabajos de Gardner estuvieron plagados de comentarios misóginos. Luego, a raíz de las críticas recibidas, adoptó un discurso políticamente correcto, pero sin renunciar al fondo ideológico de su teoría. Básicamente ignora lo que organismos internacionales e investigaciones sociales han enfatizado en los últimos 20 años: que el problema de la violencia de género es una epidemia y que la población afectada por dicha violencia son las mujeres. Al intentar invertir la carga de la prueba, busca eliminar toda perspectiva de género en el análisis del problema, lo cual ha sido aprovechado extensamente por diversas organizaciones machistas y misóginas.
Además de ser una teoría sexista, la doctrina de la “alienación parental” es profundamente adultista.
Se entiende por adultismo al sistema de creencias que, introduciendo una estructura rígida de jerarquías entre adultos y niños/as, entiende a estos/as últimos/as como objetos de adiestramiento y no como sujetos de derecho.
El “síndrome de alienación parental” presupone a los niños y a las niñas como entidades pasivas susceptibles de ser moldeadas en sus pensamientos y sentimientos por adultos malévolos que les “introducen” ideas sin que cuente su propia percepción de la realidad.
Esta imagen de la niñez no solamente va en la dirección opuesta de todos los estudios científicamente validados dentro de la psicología evolutiva, sino que contradice profundamente el espíritu mismo de la Convención Internacional por los Derechos de la Niñez.
Habría que explicarles a los jueces y las juezas que basan sus sentencias en informes derivados de la doctrina de Gardner, que los niños y las niñas no son marionetas de los adultos, que tienen derecho a expresar sus pensamientos y sentimientos y que, además, no son mentirosos/as por naturaleza, como parecen sugerir las pericias basadas en estas teorías pseudocientíficas. No existe un fenómeno tal como el de una confabulación madre-hijo/a para perjudicar al padre. Lo que existen son niños/as que, habiendo experimentado diversas formas de abuso primario o secundario (ya sea como víctimas o como testigos), experimentan temor y rechazo por quien ha ejercido esos abusos.
Como consecuencia de estas creencias, otra forma de vulnerar los derechos de los niños y las niñas es obligarlos/as compulsivamente a revincularse con aquella persona a quienes temen y rechazan, con el argumento de asegurar los derechos del padre no conviviente.
En la legislación argentina, la sanción de la Ley 26061 ha intentado actuar sobre este problema, cuando en su artículo 3º señala que “Cuando exista conflicto entre los derechos e intereses de las niñas, niños y adolescentes frente a otros derechos e intereses igualmente legítimos, prevalecerán los primeros.”
Los intentos de invertir la carga de la prueba, poniendo en el banquillo de los acusados a las víctimas de diversas formas de abuso y malos tratos, es una estrategia que tenemos la obligación de denunciar, comenzando por desvelar la carencia de sustancia de estas teorías pseudocientíficas que han venido a fundamentar el movimiento conocido como “backlash”.
El backlash es un movimiento conservador que intenta retrotraer el conocimiento logrado acerca del problema del abuso sexual infantil a la etapa previa del ocultamiento y el secreto. Es impulsado por sectores tales como la iglesia y los sectores políticos de derechas, intolerantes con el avance en las reivindicaciones de los derechos de los sectores tradicionalmente marginados, como las mujeres, los niños y las niñas. Mientras se trate de casos que involucren a sectores socioeconómicamente excluidos, la reacción no se hace sentir. Pero comienza a adquirir virulencia cuando los casos denunciados involucran a personas cercanas a ámbitos de poder (jerarcas de la iglesia, empresarios, políticos). Y es a estos sectores que las teorías pseudocientíficas de Gardner les han venido como anillo al dedo. Les permiten justificar sus abusos, contraatacando con denuncias de falsas denuncias, con insistencia en el concepto de “alienación parental” (que en realidad lo limitan a una “alienación marental”) y descalificando los testimonios de los niños y las niñas. Ni más ni menos que una reacción tendiente a conservar un poder que perciben menguante.
Generalmente, los factores de poder tienden a aliarse y, de este modo, quienes luchan por la defensa de sus legítimos derechos se suelen encontrar en una especie de trampa sin salida, en la que las víctimas son las que terminan acusadas y diagnosticadas con rótulos psiquiátricos. En lugar de darles apoyo, las instituciones conservadoras las investigan y las colocan en un estado de indefensión.
Para concluir, digamos que cuando las decisiones judiciales se apoyan en los instrumentos pseudocientíficos del backlash quedan sentadas las bases para una segunda victimización, tanto para las niñas y niños, como para las madres que luchan por protegerlos.